Un argentino descubrió una nueva amenaza del calentamiento global
18/12/10
Son escapes de gas metano cerca de la Base Marambio, en la Antártida Argentina.
PorDIEGO GEDDES
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Hablar de calentamiento global con Rodolfo del Valle es fácil: “Cuando sacás una cubetera del freezer y la dejás arriba de la mesa, se descongela, ¿no? ¿Y por qué será que se descongela? Seguro que el calor tiene que ver”. Con metáforas como ésta, Rudy, como lo conocen todos, explica la situación que atraviesa el planeta en general y la Antártida en particular. Y así, de más fácil a más difícil, llega a explicar por qué el escape del gas metano que se está dando en la Antártida –el objeto de su investigación, que fue publicada en Nature , una prestigiosa revista de ciencias– representa un peligro enorme y hasta el momento imparable para toda la humanidad.
Del Valle, geólogo investigador de la Dirección Nacional del Antártico, puede dar fe de que la situación ha cambiado drásticamente en los últimos 30 años. Viajó por primera vez a la Antártida hace 38 años y si sumamos todas sus temporadas en el continente helado, ya pasó 11 años de su vida allá.
“He visto masas de hielo enorme que ya no están” , dice Rudy en su oficina de Buenos Aires, decorada con enormes cajones de madera que quedaron de una vieja travesía, un planisferio que ocupa una pared y el aire acondicionado un par de grados por debajo de lo necesario, como si tuviera nostalgia del clima antártico. Rudy, un tipo de 1,90, manos fuertes y curtido en esto de pasarse horas en soledad, con 40 grados bajo cero fuera de la carpa, cuenta que lloró cuando la barrera Larsen, un bloque de 60 kilómetros de largo y entre 30 y 50 metros de alto por sobre la superficie del agua, desapareció en 1995 . “Me preguntaban por qué lloraba. Yo respondí que lloré porque sé lo que se viene”, dice. Es que la Antártida derritiéndose es la prueba empírica más grande que hay sobre la Tierra cuando se habla del calentamiento global. En este punto no hay metáforas: los mapas han cambiado y donde antes había hielo, ahora hay agua.
El origen de su última investigación fueron unas burbujas que llegaban a la superficie del mar. Las descubrieron hace diez años, mientras navegaban. Del Valle y su equipo de trabajo lograron capturar esas burbujas y las enviaron a los Estados Unidos para que las analizaran, aunque sin decir de dónde las habían obtenido.
El resultado fue que eran metano, y desde entonces trabajan para tratar de analizar las causas de este hecho, con el calentamiento global como principal hipótesis, y los potenciales peligros que esto traería. Ya hay estudios sobre este tema en el Artico, pero de la Antártida no se sabía demasiado.
“De las últimas siete glaciaciones que borraron el 90% de la biodiversidad –dice Del Valle–, cinco se deben a cambios climáticos y al menos una a escapes abruptos de metano”.
El peligro de la fuga de este gas es que es 25 veces más nocivo que el dióxido de carbono, con lo cual afecta seriamente la capa de ozono.
Y a mayor daño de la capa de ozono, hay más calentamiento global, con lo cual las fugas de metano serían cada vez mayores. Un daño cíclico que lo empeora todo.
A lo largo de sus estadías, Rudy ha manejado trineos tirados por perros y dice que en las bases se aburría. Prefería instalarse en una carpa, lo más lejos posible de esa pequeña civilización que son las bases antárticas. Cuando habla sobre la Antártida dice frases que cualquier viajero a punto de partir al continente blanco debería anotar (“un litro de combustible por día por persona”, “el tiempo es seguridad: con una moto de nieve vas más rápido que una tormenta de viento”, “mal clima, paciencia”).
Aunque no siempre sigue al pie de la letra su propio manual. Una vez, cansado de esperar mejor clima, salió de la carpa a tomar unas muestras y apoyó la rodilla en el suelo. Cuando quiso incorporarse y flexionar la pierna, se le había congelado el tendón de la rótula. “Se me partió como un palo. Salvé la pierna de milagro”, dice. También tuvo costillas fracturadas por una ráfaga de viento que lo levantó y lo tiró contra el piso.
Pero nada lo detiene. V olverá a la Antártida en febrero , junto a su hija, también investigadora en la Dirección Nacional del Antártico. “Hago este viaje, otro en invierno y me jubilo. Ya fue suficiente”, dice Rudy, aunque parece poco probable que este hombre pueda alejarse de su vida de aventura. Y mucho menos ahora que han descubierto esas burbujas que suben desde el fondo del océano.
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