martes, 24 de mayo de 2011

la Puerta del Sol


Microsociología de la Puerta del Sol



Hace unos días en la Puerta del Sol arreciaba la lluvia. Ahora arrecia un Sol de justicia. Cada día y casi cada hora van eclosionando las larvas de una vida nueva que asoma la cabeza, crece, se expande, se reordena, se fragmenta, se vuelve a unir. Por la mañana, donde había una lona que albergaba un grupo, ahora hay un puesto para recoger propuestas, el grupo ha migrado hacia la zona de la fuente, junto a otros grupos de trabajo. A los pies de la fuente alguien ha plantado una huerta ecológica, “si aguantamos en la plaza comemos calabacines” –dice un pequeño cartel-.
Los chicos de infraestructuras llegan con un cuaderno: “¿nos decís qué se necesita? Alguien ha donado cuadernos, rotuladores.. Nos acaban de decir que tenemos wifi en la plaza”. Se van creando foros en Internet de cada grupo de trabajo donde se discute y se comentan las propuestas para todos los que no han podido asistir ese día a la Plaza. Ya hay una guardería, un espacio de enfermería, una zona de estudio, un espacio para audiovisuales. Mañana habrá una radio. Dos chicos piden en la asamblea si hay algún bibliotecario que les quiera ayudar a clasificar los materiales que les llegan. Una mujer se acerca al puesto: ¿puedo colaborar?, -claro le dicen-, ¿qué quieres hacer? ¿qué tiempo tienes? Soy secretaria de dirección pero ahora estoy en paro, - ¿Quieres pasarnos las actas de este grupo de trabajo y ponernos un poco de orden en el cuaderno de tareas? – claro, claro. Un grupo de jóvenes clasifica y ordena todas las propuestas que llegan. Otros cuelgan las actas de las reuniones en las webs.
La plaza es una república independiente. Hoy nadie hablaba de las elecciones. Había demasiadas cosas que hacer, demasiadas propuestas para ordenar y temas que discutir. Hay un grupo de trabajo que habla de Política, otro grupo de Economía, otro de Educación y Cultura, otro de Salud, de Medio Ambiente… Hay horarios de asambleas que a veces no están muy claros, que cambian de repente, pero nadie se lo toma a mal. En las calles aledañas, en cada plazoleta, lo más normal es tropezarte con grupos de gente sentada en corros. Silencio. Los ciudadanos hablan. Es sorprendente que tanta gente tenga tantas ganas de hablar en este país.
La plaza también votó ayer y decidió continuar hasta el próximo domingo. Para continuar se necesita resolver la vida de la gente que pasa, que se queda, que aporta, que trabaja, que discute, que piensa, que decide. Se necesita seguir haciendo política. La política se ocupa de asegurar la vida en su sentido más amplio. Por eso, cuando alguien llega con un espray para refrescar a los congregados en la asamblea, o se estropea el generador y se distribuyen los megáfonos pasándose unos a otros los mensajes, cuando esto ocurre, es que se está haciendo política. Cuando una señora se acerca a un grupo de jóvenes que toman nota en el suelo y les dice “os he comprado unos bombones”, ella también hace política.
Un matrimonio me paró saliendo de la plaza, “¿qué ha pasado, qué se ha decidido?” - ¿Me preguntan por la Asamblea? – Sí, por la Asamblea, ¿os quedáis? Sí, les digo, nos quedamos hasta el domingo que viene, luego se volverá a discutir y decidir si continuamos o no”. Veo sus caras alegres y pienso que ellos también estaban en la Plaza, haciendo política.
Las gentes de los barrios, los trabajadores precarios, las amas de casa, los estudiantes... se van pasando y preguntan cómo hacen para ocupar las plazas, los centros de trabajo o sus propios hogares. Hay una comisión de extensión donde ya hay un grupo de barrios. Esta mañana unos estudiantes organizaron una asamblea en su facultad para hablar sobre la democracia, no sobre las elecciones. Unos chicos que estudian FP quieren organizar una charla sobre democracia y piden si alguien puede ayudarles a organizar el debate. La madre de Ana le pregunta cada día qué ha pasado en Sol, de qué han discutido, que propuestas se han hecho, cómo se están organizando. Ana hoy se fue por la tarde a casa, tiene un examen mañana,  pero su padre ha ido a la asamblea de economía, es jubilado de banca.
No hay nada tan emocionante como ver crecer la Puerta del Sol, nada que reconforte tanto como el despertar a la política de un pueblo que ha pasado tantos años aletargado. Esta noche, eran las 11:30 p.m. cuando más de mil personas participaban en una asamblea en la plaza ante los ojos atónitos de políticos, tertulianos y futurólogos.
 
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

viernes, 6 de mayo de 2011

asesinato de Bin Laden



Fidel calificó de "aborrecible" el 

Para el líder de la revolución cubana, la operación concretada por los Estados Unidos para matar a Osama Bin Laden, cuando estaba "desarmado y rodeado de familiares, constituye un hecho aborrecible". "Asesinarlo y enviarlo a las profundidades del mar demuestra temor e inseguridad", agregó.
05.05.2011 |   FacebookTwitter

Fidel: "Asesinarlo y enviarlo a las profundidades del mar demuestra temor e inseguridad"
Para el líder cubano Fidel Castro, el "asesinato" de Osama Bin Laden "desarmado y rodeado de familiares constituye un hecho aborrecible", tal como "aparentemente" hizo el gobierno de los Estados Unidos.

En la última de sus reflexiones publicadas por la prensa cubana, Fidel Castro sostuvo que "cualquiera fuesen los actos atribuidos a Bin Laden, el asesinato de un ser humano desarmado y rodeado de familiares constituye un hecho aborrecible. Aparentemente eso es lo que hizo el gobierno de la nación más poderosa que existió nunca".

Agregó, según la agencia Prensa Latina, que el líder de Al Qaeda "fue durante años, amigo de Estados Unidos que lo entrenó militarmente, y adversario de la URSS y del socialismo".

"Asesinarlo y enviarlo a las profundidades del mar demuestra temor e inseguridad, lo convierten en un personaje mucho más peligroso", señaló Castro en su texto.

A juicio del líder cubano, "la propia opinión pública de Estados Unidos, después de la euforia inicial, terminará criticando los métodos que, lejos de proteger a los ciudadanos, terminan multiplicando los sentimientos de odio y venganza contra ellos".

"El 11 de septiembre de 2001, nuestro pueblo se solidarizó con el de Estados Unidos y brindó la modesta cooperación que en el campo de la salud podíamos ofrecer a las víctimas del brutal atentado a las Torres Gemelas de Nueva York", recordó Castro.

Destacó luego que "partidarios decididos de la lucha armada contra la tiranía batistiana; éramos, en cambio, opuestos por principios a todo acto terrorista que condujera a la muerte de personas inocentes. Tal conducta, mantenida a lo largo de más de medio siglo, nos otorga el derecho a expresar un punto de vista sobre el delicado tema", dejó en claro.

"Obama no tiene forma de ocultar que Osama fue ejecutado en presencia de sus hijos y esposas, ahora en poder de las autoridades de Pakistán, un país musulmán de casi 200 millones de habitantes, cuyas leyes han sido violadas, su dignidad nacional ofendida, y sus tradiciones religiosas ultrajadas", enfatizó.

Criticó luego "las guerras injustas desatadas por Estados Unidos en Irak y Afganistán" en las que "cientos de miles de niños se vieron forzados a crecer sin su madre o su padre y a los padres que nunca volverían a sentir el abrazo de su hijo", en alusión a similares palabras que Obama utilizó para justificar el "asesinato" de Bin Laden.

"De la mente de cientos de millones de personas no se han borrado tampoco las horribles imágenes de seres humanos que en Guantánamo, territorio ocupado de Cuba, desfilan silenciosamente sometidos durante meses e incluso años a insufribles y enloquecedoras torturas; son personas secuestradas y transportadas a cárceles secretas con la complicidad hipócrita de sociedades supuestamente civilizadas", enfatizó Fidel Castro.

miércoles, 4 de mayo de 2011




La muerte de Bin Laden
Un guerrero superado por la historia
Robert Fisk
Foto
El FBI anunció ayer en su página de Internet que el líder de Al Qaeda está muerto - Foto Reuters
Un don nadie de mediana edad, un fracasado político, rebasado por la historia –por los millones de árabes que exigen libertad y democracia en Medio Oriente–, murió en Pakistán este domingo. Y el mundo enloqueció. No bien había salido de presentarnos una copia de su certificado de nacimiento, el presidente estadunidense apareció en medio de la noche para ofrecernos en vivo un certificado de la muerte de Osama Bin Laden, abatido en una ciudad bautizada en honor de un mayor del ejército del viejo imperio británico. Un solo tiro en la cabeza, nos dicen. Pero ¿y el vuelo secreto del cuerpo a Afganistán, y el igualmente secreto sepelio en el mar?
La extraña forma en que se deshicieron del cuerpo –nada de santuarios, por favor– fue casi tan grotesca como el hombre y su perversa organización.
Los estadunidenses estaban ebrios de alegría. David Cameron lo llamó un enorme paso adelante. India lo describió como un hito victoriosoUn triunfo resonante, alardeó el primer ministro israelí Netanyahu. Pero, luego de 3 mil estadunidenses asesinados el 9/11, incontables más en Medio Oriente, hasta medio millón de víctimas mortales en Irak y Afganistán y 10 años empeñados en la búsqueda de Bin Laden, oremos por no tener más triunfos resonantes.
¿Ataques en represalia? Tal vez ocurran, de los grupúsculos en Occidente que no tienen contacto directo con Al Qaeda. A no dudarlo, alguien sueña ya con una brigada del mártir Osama Bin Laden. Tal vez en Afganistán, entre los talibanes. Pero las revoluciones de masas de los cuatro meses pasados en el mundo árabe significan que Al Qaeda ya estaba políticamente muerta. Bin Laden dijo al mundo –de hecho me lo dijo en persona– que quería destruir los regímenes pro occidentales en el mundo árabe, las dictaduras de los Mubaraks y los Ben Alís. Quería crear un nuevo califato islámico. Pero en estos meses pasados, millones de árabes musulmanes se levantaron, dispuestos al martirio, pero no por el islam, sino por democracia y libertad. Bin Laden no echó a los tiranos: fue la gente. Y la gente no quería un califa.
Tres veces me reuní con el hombre y sólo me quedó una pregunta por hacerle: ¿qué pensaba al observar cómo se desenvolvían esas revoluciones este año, bajo las banderas de naciones, más que del islam, cristianos y musulmanes juntos, personas como a las que sus hombres de Al Qaeda les encantaba reventar?
A sus ojos, su logro fue crear Al Qaeda, institución que no tenía tarjeta de membresía. Bastaba levantarse una mañana queriendo ser de Al Qaeda, y ya lo era. Él fue el fundador, pero nunca un guerrero en batalla. No había una computadora en su cueva, ni hacía llamadas para que detonaran las bombas. Mientras los dictadores árabes gobernaban sin que nadie les hiciera frente, con nuestro apoyo, evitaron hasta donde les fue posible condenar la política de Washington; sólo Bin Laden lo hacía. Los árabes nunca quisieron estrellar aviones en altos edificios, pero admiraban al hombre que decía lo que ellos querían decir. Pero ahora, cada vez más, pueden decirlo. No necesitan a Bin Laden. Se había vuelto un don nadie.
Hablando de cuevas, la desaparición de Bin Laden arroja una luz sombría sobre Pakistán. Durante meses, el presidente Alí Zardari nos había estado diciendo que Osama vivía en una cueva en Afganistán. Ahora resulta que vivía en una mansión en Pakistán. ¿Traicionado? Claro que sí. ¿Por los militares o por los servicios de inteligencia de Pakistán? Es muy probable que por los dos. Pakistán sabía dónde estaba.
Abbottabad no sólo es hogar del colegio militar de ese país –la ciudad fue fundada por el mayor James Abbott del ejército británico en 1853–, sino también cuartel de la segunda división del cuerpo del ejército del norte. Apenas hace un año busqué una entrevista con uno de los criminales más buscados, el líder del grupo responsable de las masacres de Bombay. Lo encontré en la ciudad paquistaní de Lahore, resguardado por policías paquistaníes armados con ametralladoras.
Desde luego, hay una pregunta de lo más obvia sin respuesta: ¿no podrían haber capturado a Bin Laden? ¿Acaso la CIA o los Seals de la Armada o las fuerzas especiales o cualquier cuerpo estadunidense que lo haya matado no tenía los medios para arrojarle una red al tigre? Justicia, llamó Barack Obama a esta muerte. En los viejos tiempos justicia significaba proceso debido, un tribunal, una audiencia, un defensor, un juicio. Como los hijos de Saddam Hussein, Bin Laden fue muerto a tiros. Claro, él jamás quiso que lo atraparan vivo... y había sangre a raudales en la habitación donde murió.
Pero un tribunal habría preocupado a muchas más personas que a Bin Laden. Después de todo habría podido hablar de sus contactos con la CIA durante la ocupación soviética de Afganistán o de sus acogedoras reuniones en Islamabad con el príncipe Turki, jefe de la inteligencia de Arabia Saudita. Así como Saddam Hussein –quien fue juzgado por el asesinato de sólo 153 personas y no por los miles de kurdos gaseados– fue ahorcado antes de que tuviera oportunidad de contarnos sobre los componentes del gas llegados desde Estados Unidos, sobre su amistad con Donald Rumsfeld o la asistencia militar que recibió de Washington cuando invadió Irán, en 1980.
Resulta extraño que Bin Laden no fuera el criminal más buscado por los crímenes internacionales de lesa humanidad del 11 de septiembre de 2001. Ganó su estatus del viejo oeste por ataques anteriores de Al Qaeda a embajadas de Estados Unidos en África y al cuartel del ejército de ese país en Durban. Siempre estaba a la espera de los misiles de crucero… también yo cuando me reuní con él. Había esperado la muerte antes, en las cuevas de Tora Bora en 2001, cuando sus guardaespaldas se negaron a dejarlo presentar resistencia y lo obligaron a cruzar a pie las montañas hacia Pakistán. De seguro pasó algún tiempo en Karachi; estaba obsesionado con esa ciudad: hasta me dio fotografías de grafitis de adhesión a su causa en los muros de la antigua capital paquistaní, y elogiaba a los imanes locales.
Sus relaciones con otros musulmanes eran un misterio. Cuando me reuní con él en Afganistán, en un principio tenía miedo del talibán y se negó a dejarme ir a Jalalabad de noche desde su campamento: me entregó a sus lugartenientes de Al Qaeda para que me protegieran en el viaje al día siguiente. Sus seguidores odiaban a los musulmanes chiítas por herejes; para ellos todos eran dictadores e infieles, aunque Bin Laden estaba dispuesto a cooperar con los ex baazistas iraquíes contra los ocupantes estadunidenses de su patria y lo dijo así en una grabación de audio que la CIA típicamente pasó por alto. Nunca elogió a Hamas y apenas si era digno de la definición de guerrero sagrado que ese grupo le dedicó este lunes, la cual llegó, como de costumbre, directamente a manos israelíes.
En los años posteriores a 2001, tuve una débil comunicación indirecta con Bin Laden. Una vez me reuní con uno de los socios en los que confiaba en Al Qaeda, en una ubicación secreta en Pakistán. Escribí una lista de 12 preguntas, la primera de las cuales era obvia: ¿qué clase de victoria podía proclamar, cuando sus acciones condujeron a la ocupación por Washington de dos naciones musulmanas? Durante semanas no hubo respuesta. Luego, un fin de semana, cuando esperaba para dar una conferencia en San Luis Misuri, en Estados Unidos, me dijeron que Al Jazeera acababa de difundir una nueva cinta de Bin Laden. Y una a una –sin mencionarme– contestó mis 12 preguntas. Y sí, quería que los estadunidenses fueran al mundo musulmán… para así poder destruirlos.
Cuando Daniel Pearl, periodista del Wall Street Journal, fue secuestrado, escribí un largo artículo en The Independent, en el que suplicaba a Bin Laden que le salvara la vida. Pearl y su esposa me cuidaron cuando fui golpeado en la frontera afgana, en 2001; él incluso me dio el contenido de su libro de contactos. Mucho tiempo después me dijeron que Bin Laden había leído mi reporte con tristeza. Pero Pearl ya había sido asesinado. O eso dijo Osama.
Las obsesiones de Bin Laden infestaron a su familia. Una esposa lo dejó, otras dos parecen haber muerto en el ataque estadunidense del domingo. Conocí a uno de sus hijos, Omar, en Afganistán, en 1994; estaba con su padre. Era un niño guapo y le pregunté si era feliz. , me respondió en inglés. Pero el año pasado publicó un libro llamado Living Bin Laden, en el que, al describir cómo su padre mató a los perros que él amaba en un experimento de guerra química, lo llamó un hombre malvado. En ese libro también recordó nuestro encuentro, y concluyó que debió haberme dicho que no era un niño feliz.
Para el mediodía de este lunes ya había yo recibido tres llamadas telefónicas de árabes, todos seguros de que los estadunidenses mataron al doble de Bin Laden, igual que muchos iraquíes creen que los hijos de Saddam Hussein no perecieron en 2003, y que el propio Saddam tampoco fue ahorcado. A su debido tiempo, Al Qaeda nos lo dirá. Por supuesto, si todos estamos equivocados y era un doble, veremos un video más del verdadero Bin Laden… y el presidente Obama perderá la próxima elección.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya