miércoles, 19 de enero de 2011


Patricio Lumumba, el asesinato de una nación 

18 Enero 2011 Cubadebate
Patrice Lumumba
Patrice Lumumba
Josep Fontana*
Hoy se cumplen 50 años de uno de los peores crímenes de la Guerra Fría: el asesinato de Patrice Lumumba, que no significó tan sólo la muerte del jefe de un Gobierno democráticamente elegido, sino también el fin de la posibilidad de que el Congo se desarrollase como una nación independiente. La iniciativa del asesinato del único de los dirigentes congoleños que pudo haber llevado a la práctica un proyecto de construcción nacional surgió de Eisenhower y de Foster Dulles, que compartían el temor que les producía la imprevisible evolución de “la gran masa de la humanidad, que no es blanca ni europea”.
Lumumba viajó a Washington y se entrevistó con el secretario de Estado, Christian Herter, para pedir ayuda, en especial los medios de transporte que necesitaba para asegurar el control del país.
Eisenhower, que se mantuvo lejos de la capital durante su visita, se limitó a preguntar al National Security Council “si podemos librarnos de este tipo”, con lo cual puso en marcha el proceso que llevó a su asesinato. Ello sucedía tres días antes de que Lumumba, forzado por la negativa de Estados Unidos, pidiese medios de transporte a los soviéticos, que le proporcionaron 100 camiones y 15 aviones de transporte, lo que Eisenhower calificó como una “invasión soviética”.
El 26 de agosto de 1960 el director de la CIA, Allen Dulles, enviaba un telegrama al jefe de la delegación de la “compañía” en el Congo, Lawrence Devlin, para decirle que la caída de Lumumba era un objetivo prioritario e inmediato. Pocos días más tarde el presidente Kasa-Vubu, tras haber consultado el plan con el embajador norteamericano y con el representante de las Naciones Unidas, destituyó a Lumumba, pese a que su partido tenía la mayoría en el Parlamento. Mientras los diplomáticos africanos trataban de mediar en la crisis, el jefe del ejército, Mobutu, dio un golpe de fuerza, con el apoyo de Devlin, y confinó a Lumumba. Pero su encarcelamiento no les bastaba ni a la CIA ni al Gobierno belga, cuyo ministro para África envió el 6 de octubre un telegrama pidiendo su “eliminación definitiva”.
Para liquidar el asunto se le envió con dos de sus colaboradores a Katanga, donde fueron torturados hasta convertirlos en despojos humanos. El 17 de enero de 1961 los sacaron de noche al bosque, los ataron a los árboles y los fusilaron, tras lo cual se cuidó de destruir los cadáveres para que no quedase ni rastro de ellos.
El país fue entregado poco después al Gobierno de Joseph-Desiré Mobutu, que lo presidió de 1965 a 1997, durante 32 años de un régimen cleptocrático que sobrepasó todos los ejemplos de corrupción conocidos en la historia, protegido militarmente por Estados Unidos y por Francia y con el apoyo económico del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Que en 1989, cuando no podía caber duda alguna del desastre a que había llevado a su país, fuese todavía recibido en la Casa Blanca como un campeón de la libertad es una muestra de la desvergüenza que inspiró la política de la Guerra Fría.
Cuando se vio forzado a exiliarse, Mobutu dejó tras de sí un país desarticulado, que se vio casi de inmediato envuelto en lo que Gérard Prunier ha calificado como “la guerra mundial de África”, un conflicto que ha causado hasta hoy más de cinco millones de muertos, la mayoría de ellos entre la población civil: una guerra que se mantiene latente y de la que no se suele hablar demasiado para no estorbar las actividades que se benefician de ella, en especial las que se refieren a la extracción de las riquezas naturales del país, como el coltan, indispensable para la fabricación de teléfonos móviles y consolas de videojuegos.
El Congo, dice un informe de Global Witness publicado en diciembre de 2009, “ha sido considerado desde fuera como un depósito de una gran riqueza de recursos naturales, con el pueblo congoleño como la fuerza de trabajo destinada a extraerla”. Está claro que la inexistencia de un Estado organizado es una condición que favorece este expolio, lo cual ayuda a explicar que siga siendo en la actualidad un país desestructurado, sin una administración centralizada (las compañías mineras pagan sobornos a los funcionarios, en lugar de abonar impuestos a la Hacienda pública), sometido a los desmanes de un ejército que el Gobierno no paga, y que está por ello condenado a vivir del saqueo.
En marzo de 2009, Jeffrey Herbst y Greg Mills publicaron en Foreign Policy un artículo en el que sostenían que “la comunidad internacional debe reconocer un hecho tan simple como brutal: la República Democrática del Congo no existe”. Una afirmación que sirve, por una parte, para ratificar cuáles han sido los resultados de un proceso que se inició hace 50 años con el asesinato de Lumumba, pero que tiene, por otra, la virtud de descubrirnos que los objetivos que condujeron a aquel crimen siguen vigentes, porque está claro que la balcanización del Congo facilita la continuidad del saqueo de sus recursos naturales, extraídos frecuentemente con trabajo esclavo.
Quienes siguen creyendo que la Guerra Fría fue un enfrentamiento entre las fuerzas del totalitarismo y las de la democracia tienen en el asesinato del Congo un motivo para reflexionar. Y para desconfiar, de paso, de los móviles que justifican hoy otros planteamientos políticos y otros conflictos de naturaleza semejante.
*Josep Fontana es historiador. Artículo de la página de Opinión del diario “Público” de Madrid
Se cumplen 50 años del asesinato del líder revolucionario congoleño Patricio Lumumba
Lumumba lideró el movimiento político independentista que buscaba la emancipación del imperio belga.
LibreRed.net | Hoy a las 11:01 | 
 Patricio Lumumba
Los testimonios de ex funcionarios estadounidenses recogidos en el documental “La Odisea Africana”, de la realizadora franco-egipcia Jihan el-Tahri, revelan los planes para derrocar y asesinar al entonces primer Ministro del Congo (K), Patricio Lumumba, quien lideró el movimiento político independentista en esa colonia de Bélgica.
Lumumba fue derrocado y semanas después asesinado, el 15 de enero de 1961, mediante un complot en que participó EEUU, Bélgica, los Cascos Azules de la o­nU y los separatistas de Katanga.
En la película estrenada en 2007 se muestran entrevistas al ex Consejero Nacional de Seguridad de Estados Unidos, Herman Cohen, y al ex Jefe de la Oficina de la CIA en El Congo, Larry Devlin.
Éste último aseveró que el coronel Joseph Mobutu (luego Mobutu Seseko) “quería organizar un golpe de Estado” con la condición de que la Casa Blanca lo respaldara.
Mobutu había sido el secretario privado de Lumumba quien lo promovió a Jefe del Estado Mayor del Ejército cuando él fue investido como primer Ministro y Joseph Kasavubu como primer presidente del llamado entonces Congo Leopoldville a fines de junio de 1960.
Devlin señaló que hasta ese momento en que habla con Mobutu, los agentes de la CIA en la nación africana había intentado “en vano lograr por vías legales lo que quería el gobierno estadounidense”.
El ex jefe de la inteligencia norteamericana recordó que en una reunión con Mobutu le garantizó el respaldo de Estados Unidos para derrocar a Lumumba.
El coronel congolés “dijo que el golpe sería una semana después. Y así fue”, afirmó Devlin.
Lumumba había sido elegido primer Ministro de la República Democrática del Congo, luego de lograr la independencia del país en junio de 1960, pero Mobutu lo derrocó y luego se lo entregó a los separatistas de Katanga quienes sometieron a torturas al líder independentista antes de ser asesinado.
Por su parte, Cohen explicó a la documentalista que la preocupación de Estados Unidos apuntaban a la explotación de cobalto en El Congo, ya que junto a la entonces Unión Soviética, eran las dos únicas naciones que poseían este recurso.
“El cobalto es fundamental para los reactores y para la alta tecnología. No podíamos comprárselo a la URSS porque era un producto estratégico. El Congo era nuestra única fuente posible. Además, por su tamaño era importante simbólicamente. Era un verdadero trofeo. Si los soviéticos implementaban un gobierno en el Congo, Estados Unidos se arrepentiría siempre de haber dejado que pasase”, reconoció el ex funcionario.
El cobalto del Congo, explotado desde inicios del siglo XX por empresas europeas y estadounidenses, fue factor clave en la producción de las bombas atómicas que EEUU lanzó en Hiroshima y Nagasaki.
Los planes de la Casa Blanca contra el proceso de liberación nacional en el territorio congoleño mostraban diferentes posibilidades para derrocar a Lumumba.
Devlin reveló que desde Estados Unidos le enviaron un telegrama “anunciando la llegada de un tal Joe”, del que recibiría ordenes para concretar los objetivos en el Congo.
“Yo debía seguir sus instrucciones, que consistía en que yo debía quitarlo fisicamente… Es decir, asesinar a Lumumba”, reconoció.
Al preguntarle al enviado de la Casa Blanca de dónde procedían esas ordenes, el Jefe de la CIA en El Congo mostró cierto asombro cuando el viajero le contestó que las instrucciones las había dado el presidente Eisenwhower.
Seguido a esto, relató cómo le fue entregado veneno para asesinar a Lumumba: “Uno de los venenos había sido introducido en un tubo dentrífico, para que muriese en el acto al lavarse los dientes. Lo puse todo en mi caja fuerte, para que no diera tumbos por ahí”, aclaró Devlin.
Un proceso inconcluso
Estos testimonios se suman a las noticias aparecidas durante la jornada de este 15 de enero sobre la decisión de los familiares del dirigente congoleño asesinado retomar las investigaciones de la complicidad de 12 militares de Bélgica y del gobierno estadounidense en este hecho.
La demanda incluye una petición de hacer pública las pesquisas de una comisión parlamentaria en 2001, así como la apertura de los archivos coloniales.
En el periódico The Guardian, el escritor e historiador belga Ludo De Witte aseveró que el crimen de Lumumba sobresale como el de mayor impacto en el siglo XX por el contexto histórico y su legado global.
El diario agregó que el asesinato fue la culminación de dos planes relacionados entre sí por los gobiernos de Estados Unidos y de Bélgica, cómplices del comando de militares que ejecutó a Lumumba.
The Guardian además apuntó que tanto la Casa Blanca como el gobierno belga apoyaron a los rivales del líder y a los regímenes secesionistas katangueses del interior del Congo.
Hoy, la República Democrática del Congo (RDC) con Kinshasa como su capital, es gobernada por Joseph Kabila, hijo de Laurent-Desiré Kabila, uno de los principales jefes lumumbistas que siguió combatiendo luego de la muerte de su líder y que en septiembre de 1997 logró derrotar militarmente a Mobutu, quien huyó del país con una gran fortuna depositada en los bancos de Suiza.

Leandro Albani

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Patrice 
Lumumba
PATRICE LUMUMBAFotografía: GGB
Patrice Lumumba es 
exhibido en Leopoldville en un camión militar
PATRICE LUMUMBA ES EXHIBIDO EN LEOPOLDVILLE EN UN CAMIÓN MILITAR Fotografía: GGB

Medio siglo del asesinato de Patrice Lumumba, un símbolo de la resistencia al neocolonialismo

Lumumba, 50 años después

Patrice Lumumba es exhibido en Leopoldville en un camión 
militarPATRICE LUMUMBA

José Naranjo
Guin Guin Bali


El 17 de enero de 1961, hace hoy cincuenta años, Patrice Lumumba era asesinado en el Congo. Su vida y su muerte, orquestada por Estados Unidos y ejecutada por Bélgica, se han convertido en un símbolo de la resistencia al neocolonialismo. Sin embargo, medio siglo después, su familia sigue luchando para que se haga justicia.Patrice Émery Lumumba nació el 2 de julio de 1925 en Sankuru, una región del centro de la República Democrática del Congo (RDC) cuando este país estaba aún bajo la dominación belga. Tras formarse en distintas escuelas y trabajar para una sociedad minera, su vocación política le llevó, a los veinte años, a ejercer como periodista, desarrollando esta tarea en Leopoldville (la actual Kinshasa) y Stanleyville (la actual Kisangani).
En 1958, con motivo de la Exposición Universal, es invitado junto a otros congoleños a visitar Bruselas. Allí, se siente horrorizado por la mirada occidental sobre África y, más en concreto, por la imagen denigrante que se muestra de los congoleños. A su regreso, funda el Movimiento Nacional Congolés (MNC), con el que participa en la Conferencia Panafricana de Accra organizada por el gran líder africano Kwame Nkrumah.
Tras algunos enfrentamientos con las autoridades belgas, el 30 de junio de 1960 Bruselas concede la independencia al Congo y Patrice Lumumba es designado primer ministro congolés a las órdenes del presidente Joseph Kasavubu. Sin embargo, como ocurriera en otros países, la potencia colonial no parece dispuesta a irse sin dejarlo todo bien atado y las maniobras de desestabilización al nuevo gobierno de coalición en el que participa el MNC, claramente nacionalista y anticolonial, se suceden.
El Ejército, rebautizado como Ejército Colonial del Congo, sigue manteniendo a personas afines al poder colonial entre sus altos mandos, lo que genera una revuelta entre los soldados; cuando se van, los funcionarios belgas se llevan hasta los aparatos de teléfono y las compañías mineras belgas maniobran para mantener a sus próximos en el poder en las regiones donde estaban operando. Y Bélgica contaba con el apoyo de EEUU para llevar a cabo sus planes en el Congo.
La provincia minera de Katanga, dirigida por Moïse Kapenda Tschombe, se declara independiente con el apoyo belga, interesada en los yacimientos. Entonces y ante las maniobras de Bruselas y estadounidenses, Lumumba pide ayuda a la URSS, que envía asesores y agentes militares al Congo. Y Lumumba, sin saberlo, firma su sentencia de muerte.
En septiembre, el presidente Kasavubu destituye a Lumumba, pero éste decide mantenerse en el cargo, lo que genera una grave crisis entre ambos. El día 14 de septiembre de 1960, el oficial Joseph Desiré Mobutu, que había sido designado comandante en jefe del Ejército por el propio Lumumba, da un golpe de estado orquestado por la CIA y ordena el arresto domiciliario del primer ministro, manteniendo en el cargo al presidente Kasavubu.
Sin embargo, Lumumba se escapa e intenta huir hacia Stanleyville, donde cuenta con más apoyos, para intentar reorganizar sus fuerzas. Pero es arrestado de nuevo por los hombres de Mobutu, que le golpean y torturan salvajemente ante los ojos de las fuerzas de la ONU, que deciden no intervenir. Finalmente, el 17 de enero de 1961 es trasladado a Katanga, la provincia separatista, donde es ejecutado esa misma tarde junto a algunos de sus colaboradores.
DETALLES DEL CRIMEN
En los últimos años se han ido conociendo algunos detalles de este crimen. Por ejemplo, que en agosto de 1960, dos meses después de la independencia del Congo, el presidente estadounidense Dwight Eisenhower ordenó el asesinato de Lumumba y que uno de los agentes encargados de esta tarea fue Frank Carlucci, quien había sido designado subsecretario de la Embajada norteamericana en Leopoldville y quien, con el tiempo, llegó a ser secretario de Estado durante la Presidencia de Ronald Reagan.
También se ha sabido que, días antes de su arresto por los hombres de Mobutu, el ministro belga de Asuntos Africanos ordenó a los líderes separatistas de Katanga la eliminación de Lumumba. De hecho, las torturas a las que fue sometido se hicieron bajo la presencia de soldados belgas. Y su ejecución se llevó a cabo por un pelotón dirigido por un oficial belga.
La muerte de Patrice Lumumba supuso una gran conmoción en el Congo, hasta el punto de que pocos años después, en 1966, uno de los responsables de su asesinato, el general Mobutu, ya como presidente del país, tuvo que rehabilitar su figura y nombrarlo héroe nacional.
En 2002, el gobierno belga reconoció su responsabilidad en este asesinato de una manera un tanto vaga, porque sigue negándose a investigar en profundidad lo sucedido y a reparar a los familiares de Lumumba. De hecho, sus hijos han emprendido una cruzada judicial y presentaron en 2010 una denuncia contra doce ciudadanos belgas, policías, militares y funcionarios, a quienes les acusan haber participado en el crimen de manera directa.
El asesinato de Lumumba está directamente relacionado con el imperialismo y el neocolonialismo de las potencias occidentales que siempre han pretendido hacer y deshacer en África a su antojo. Su muerte se convirtió en un símbolo de la resistencia frente a estos poderes extranjeros, pero sus discursos y sus palabras aún son recordados y han servido de inspiración a muchos africanos.
Poco antes de morir, en enero de 1961, Patrice Lumumba escribió una carta a su mujer en la que incluyó una frase que se ha repetido desde entonces una y otra vez y que se ha convertido en parte de su legado y que hoy, 50 años después, sigue vigente: "Ninguna brutalidad, maltrato o tortura me ha doblegado, porque prefiero morir con la cabeza en alto, con la fe inquebrantable y una profunda confianza en el futuro de mi país, a vivir sometido y pisoteando principios sagrados. Un día la historia nos juzgará, pero no será la historia según Bruselas, París, Washington o la ONU sino la de los países emancipados del colonialismo y sus títeres".
Para saber más, el sociólogo e historiador flamenco Ludo de Witte publicó en 2002 un desgarrador libro titulado El asesinato de Lumumba, editado en español por Editorial Crítica. Y en 2001, el director haitiano Raoul Peck rodó una película titulada Lumumba en la que arroja nueva luz sobre este crimen.



Un sermón de 1967 contra la guerra de Vietnam
El otro sueño de Martin Luther King


Ayer se celebró en Estados Unidos el día de Martin Luther King. Como todos los años la mayoría de las escuelas cerraron y en muchos centros institucionales se dibujó la biografía del Martin Luther King del discurso "I have a dream". El doctor King apareció una vez más como el padre del multiculturalismo tolerante y liberal de los Estados Unidos. Sin embargo, la mayoría de la comunidad negra en Estados Unidos y muchisimos militantes de izquierdas no aceptan esta versión, porque saben que hay otro King menos aceptable para el gobierno del país: el que se alio con el movimiento sindical, el que situó el problema racial en sus raices economicas y capitalistas, el que denunció el imperialismo en Vietnam, el que conecto el racismo dentro con los movimientos anti-coloniales del tercer mundo, el militante. A continuación ofrecemos uno de sus discursos de mayor actualidad con traducción e introducción para Rebelión de Sebastian Risau.


Martin Luther King, Jr.[1] nació en Atlanta, Estados Unidos, el 15 de enero de 1929. En conmemoración de esta fecha, desde hace ya algunos años, en Estados Unidos se declara feriado el tercer lunes de enero.
Su lucha contra las políticas segregacionistas de los estados del Sur, y por los derechos civiles de la población negra en general, llevada a cabo en la década del 50 y a principios de los años 60, es ampliamente conocida. Sus discursos se hicieron famosos, en particular "Yo tengo un sueño", que pasó a ser considerado una obra maestra de la retórica y que ha sido difundido hasta el agotamiento. Su llamado a la resistencia no violenta le valió el Premio Nobel de la Paz en 1964, así como la aprobación e incluso el elogio de la sociedad estadounidense y su prensa, que en general consideraban que los estados del Sur eran demasiado retrógrados.
Las cosas cambiarían a partir de 1967, cuando Martin Luther King comenzó a ocuparse de la guerra de Vietnam. El sermón que se transcribe mas abajo, "Por qué me opongo a la guerra en Vietnam" (Iglesia de Ebenezer, 30 de abril de 1967), fue denostado por la prensa estadounidense. El New York Times lo atacó en un editorial titulado "El error del Dr. King": "Los hechos pueden ser duros, pero no justifican semejantes calumnias...No hay respuestas simples ni fáciles para la guerra de Vietnam ni para la injusticia racial en este país" El ChicagoTribune publicó un editorial titulado "Martin Luther King se pasa de la raya": "El empalagoso Reverendo Martin Luther King ha pasado a ser una molestia para el movimiento por los derechos civiles desde que le fuera otorgado el Premio Nobel de la Paz. Desde ese momento se ha especializado en hablar en un tono olímpico, en vez de ocuparse de los aspectos prácticos del movimiento por los derechos civiles." La revista Life llego a calificar su sermón de "calumnia demagógica que suena como un guión para Radio Hanoi."
Este sermón volvió a ser de actualidad, aunque poco difundido, durante las guerras de Iraq. Hoy lo es aún más, ya que Estados Unidos no sólo continua con esa y otras aventuras, sino que ahora está gobernado por un presidente negro que dice honrar el legado de Martin Luther King, y que también ha ganado el Premio Nobel de la Paz. Luther King repitió este sermón en varias ocasiones durante 1967, a veces en forma de discurso, en diversos lugares del país. Fue asesinado el 4 de abril de 1968. 
Por qué me opongo a la guerra en Vietnam
En cierto sentido, mi sermón de esta mañana no es un sermón típico, pero sigue siendo un sermón, sobre un asunto importante, porque el asunto que discutiré hoy es uno de los mas controvertidos que debe enfrentar nuestra nación. El tema sobre el que predicaré hoy es "Por qué me opongo a la guerra en Vietnam".
Déjenme aclarar desde el principio que yo considero esta guerra una guerra injusta, malvada y fútil. Mi sermón de hoy es sobre la guerra de Vietnam porque mi conciencia no me deja otra opción. Ha llegado el momento de que América escuche la verdad sobre esta trágica guerra. En los conflictos internacionales es difícil llegar a la verdad, porque la mayor parte de las naciones se engañan a sí mismas. Las racionalizaciones, así como la búsqueda incesante de chivos expiatorios son las cataratas sicológicas que nos impiden ver nuestros pecados. Pero ya han pasado los días del patriotismo superficial. Quienes conviven con la falsedad viven una esclavitud espiritual. La libertad sigue siendo el premio que recibimos por conocer la verdad. Jesús dijo: "Conocerán la verdad, y la verdad os hará libres" Yo he elegido predicar hoy sobre la guerra en Vietnam, porque estoy de acuerdo con Dante en que los lugares mas calientes del infierno están reservados para aquellos que en una época de crisis moral mantienen su neutralidad. Llega un momento en el que el silencio se convierte en traición
La verdad de estas palabras está más allá de toda duda, pero la misión que nos impone es de las más difíciles. Incluso cuando las exigencias de verdad interior se hacen acuciantes, los hombres no asumen fácilmente la tarea de oponerse a las políticas de su gobierno, sobre todo en tiempos de guerra. Y tampoco es sin grandes dificultades que el espíritu humano vence a la apatía del pensamiento conformista, dentro de su propio pecho y del mundo que lo rodea. Es más, cuando algunas cuestiones nos desconciertan, como ocurre con frecuencia en el caso de este terrible conflicto, estamos siempre al borde de quedar paralizados por la duda. Pero debemos avanzar. Algunos de nosotros, que ya hemos comenzado a romper el silencio de la noche, hemos descubierto que el llamado a hablar suele ser una vocación de agonía. Pero debemos hablar. Debemos hablar con toda la humildad que corresponde a nuestra limitada visión, pero debemos hablar. Y también debemos alegrarnos, porque en toda nuestra historia nunca ha habido un disenso tan monumental del pueblo americano durante una guerra.
Las encuestas revelan que casi 15 millones de americanos se oponen explícitamente a la guerra en Vietnam. Y hay millones adicionales que no se atreven a apoyarla. E incluso aquellos millones que sí apoyan la guerra, están desanimados, confundidos y llenos de dudas. Esto revela que millones han elegido ir mas allá del cómodo patriotismo, hacia el terreno del disenso firme, basados en los mandatos de su conciencia y en la lectura de la historia. Por supuesto, una de las dificultades de hacerse oír en estos días es que algunos están buscando equiparar el disenso con la deslealtad. Son días oscuros para nuestra nación cuando las autoridades intentan usar todos sus medios para silenciar el disenso. Pero algo esta ocurriendo, y no podrán callar a la gente. Pero la verdad debe ser dicha, y yo digo que quienes buscan hacer creer que cualquiera que se oponga a la guerra de Vietnam es un tonto o un traidor o un enemigo de nuestros soldados está tomando posición contra lo mejor de nuestras tradiciones.
Sí, debemos tomar posición y alzar nuestra voz. En los últimos dos años he tratado de romper la traición de mis propios silencios y hablar desde mi corazón en llamas, al exigir que se detuviera radicalmente la destrucción de Vietnam. Muchos me cuestionaron el haber tomado este camino. La pregunta que domina el centro de sus preocupaciones es: "¿Por qué está hablando sobre la guerra Dr. King? ¿Por qué se une a las voces que disienten?" Según ellos, la paz y los derechos civiles no deben mezclarse. Pero esta mañana yo les hablo sobre este asunto, porque estoy a resuelto a tomar en serio el Evangelio. Y vengo a mi púlpito hoy a realizar un apasionado alegato a mi amada nación
Este sermón no esta dirigido a Hanoi o al Frente Nacional de Liberación. No esta dirigido a China ni a Rusia. Ni tampoco es un intento de pasar por alto la ambigüedad de toda la situación y la necesidad de una solución colectiva para la tragedia de Vietnam. Ni tampoco es un intento de transformar a Vietnam del Norte y al Frente Nacional de Liberación en modelos de virtud, ni tampoco de pasar por alto el papel que deben jugar en una resolución exitosa del problema. Sin embargo, esta mañana no deseo hablar con Hanoi ni con el Frente Nacional de Liberación, sino mas bien a mis compatriotas, quienes tienen la mayor responsabilidad, y que han entrado en un conflicto que ha costado caro a ambos continentes.
Ahora bien, como soy un predicador por vocación, supongo que no sorprenderá que tenga siete razones de peso para poner a Vietnam en el campo de mi visión moral. Hay una conexión muy obvia y casi simplista entre la guerra de Vietnam y la lucha que yo y otros venimos librando en América. Hace unos pocos años hubo un momento de luz en esa lucha. Parecía que había una promesa real de esperanza para los pobres, tanto blancos como negros, gracias al Programa contra la Pobreza. Hubo experiencias, esperanzas, y nuevos comienzos. Pero luego llego el incremento de tropas en Vietnam. Y vi el programa romperse como si fuera un inútil juguete político de una sociedad enloquecida por la guerra. Y entonces supe que América nunca invertiría los fondos necesarios para la rehabilitación de sus pobres mientras aventuras como la de Vietnam siguieran absorbiendo hombres y capacidades y dinero, como un tubo de succión demoníaco y destructivo. Y puede que ustedes no lo sepan, amigos mios, pero se estima que gastamos 50000 dolares por cada soldado enemigo que matamos, mientras que se gastan solo 53 dolares en cada persona clasificada como pobre, y la mayor parte de esos 53 dolares van a salarios de personas que no son pobres. Por eso me he visto cada vez mas obligado a considerar a la guerra como un enemigo de los pobres, y a atacarla como tal.
Quizás el reconocimiento mas trágico de la realidad tuvo lugar cuando se me hizo evidente que la guerra estaba haciendo mucho mas que aniquilar las esperanzas de los pobres en nuestro país Estaba enviando a sus hermanos, sus hijos y sus esposos a luchas y morir en una proporción extraordinariamente grande en relación al resto de la población. Estábamos tomado a las jóvenes negros, ya arruinados por la sociedad, y enviándolos a 8000 millas de aquí, para garantizar en Asia del Este las libertades que no habían encontrado en Georgia o en East Harlem. Nos hemos enfrentado entonces repetidamente a la ironía cruel de ver en nuestras pantallas de TV a jóvenes negros y blancos matando y muriendo juntos por una nación que no sido capaz de sentarlos juntos en la misma aula. Los vemos en una solidaridad brutal, quemando juntos las chozas de una aldea pobre. Pero nos damos cuenta de que no podrían vivir en la misma calle, en Chicago o en Atlanta. Por eso, no puedo callarme frente a semejante manipulación cruel de los pobres
Mi tercera razón me lleva a un nivel aun mas profundo de mi conciencia, pues se origina en mi experiencia en los guetos del norte en los últimos tres años, y especialmente los tres últimos veranos. Mientras caminaba entre los jóvenes desesperados, rechazados y furiosos, les decía que los cócteles Molotov y los rifles no resolverían sus problemas. Traté de ofrecerles mi compasión mas profunda, manteniendo a la vez mi convicción de que la manera mas significativa de llegar al cambio social es a través de la acción no violenta; pero ellos me escriben y me preguntan "¿Y qué pasa con Vietnam?" Me preguntan si nuestra nación no está usando dosis masivas de violencia para resolver sus problemas y lograr los cambios que desea. Sus preguntas me causaron una gran impresión, y me di cuenta de que nunca más podría alzar mi voz contra la violencia de los oprimidos en los guetos si no le hablaba primero claramente al principal proveedor de violencia en el mundo actual: mi propio gobierno. Por esos jóvenes, por este gobierno, y por los cientos de miles que tiemblan ante nuestra violencia, no puedo callarme. Ha habido muchos aplausos en los últimos años. Han aplaudido a nuestro movimiento, y me han aplaudido a mi. América y la mayoría de sus periódicos me aplaudieron en Montgomery. Me paré ante miles de negros que estaban al borde de generar disturbios por una bomba puesta en mi casa, y les dije: no podemos hacerlo así. Y nos aplaudieron cuando decidimos hacer sentadas no violentas ante las cafeterías [1]. Nos aplaudieron cuando durante los Viajes de la Libertad [2], recibimos golpes sin responderlos. Nos elogiaron en Albany y Birmingham y Selma, Alabama. Y la prensa fue tan noble en su aplauso y tan noble en su elogio cuando decíamos “No sean violentos con Bull Connor, y cuando decíamos “No sean violentos con Jim Clark" [3]. Pero hay una inconsistencia extraña cuando una nación y su prensa te elogian cuando dices "No sea violentos con Jim Clark", pero te insultan y te maldicen cuando dices: "No sean violentos con los pequeños niños vietnamitas." ¡Algo esta mal con esa prensa!
Como si el peso de este compromiso con la vida y la salud de América no fuera suficiente, en 1964 se me impuso la carga de otra responsabilidad. Y no puedo olvidar que el Premio Nobel de la Paz no es algo que simplemente ocurrió, sino que fue un encargo--el encargo de trabajar más duro que nunca en mi vida por la hermandad de los hombres. Y esto es una vocación que me lleva mas allá de mis lealtades nacionales. Pero incluso si eso no estuviese presente, todavía tendría que darle sentido a mi compromiso con el ministerio de Jesucristo. Para mi, la relación entre este ministerio y la búsqueda de la paz es tan obvia que a veces me sorprendo al escuchar a los que me preguntan por qué hablo en contra de la guerra. ¿Puede ser que no sepan que las Buenas Nuevas están destinadas a todos los hombres, comunistas y capitalistas, sus hijos y los nuestros, blancos y negros, revolucionarios y conservadores? ¿Han olvidado que mi ministerio implica obediencia a Aquel que amo a Sus enemigos tan completamente que murió por ellos? Entonces, ¿qué puedo decirle a los vietcong, o a Mao, o a Castro, siendo un fiel ministro de Jesucristo? ¿Puedo amenazarlos con la muerte, o debo mas bien compartir mi vida con ellos? Finalmente, debo ser fiel a mi convicción de que comparto con todos los hombres el llamado a ser el hijo del Dios viviente. Esta vocación de ser hermanos, e hijos de Dios, esta más allá de la pertenencia a una nación o credo. Y porque creo que nuestro Padre está profundamente preocupado por sus hijos que sufren y están desprotegidos, vengo hoy a hablar por ellos. Y cuando reflexiono sobre esta locura de Vietnam, y busco dentro de mi formas de comprender y responder con compasión, pienso constantemente en la gente de esa península. No estoy hablando de los soldados de ambos bandos, ni del gobierno militar de Saigon, sino simplemente de la gente que hace ya más de tres décadas sufre esta guerra. También pienso en ellos porque me resulta claro que no habrá una verdadera solución a este conflicto hasta que haya algún intento de conocer a esta gente y escuchar sus llantos
Pero déjenme contarles la verdad acerca de esto. Ellos deben ver a los Americanos como libertadores bastante extraños. Se han dado ustedes cuenta de que el pueblo vietnamita proclamo su independencia en 1945, después de una ocupación conjunta de franceses y japoneses. Y esto ocurrió antes de la revolución comunista en China. Su líder era Ho Chi Minh. Y esto es un hecho que no es muy conocido: esta gente se declaró independiente en 1945 y, cuando declararon su independencia de la ocupación extranjera citaron nuestra Declaración de Independencia, y sin embargo nuestro gobierno se rehusó a reconocerlos. El presidente Truman dijo que no estaban listos para ser independientes. O sea que en ese momento fuimos víctimas, como nación, de la misma mortal arrogancia que hace años esta envenenando la situación internacional. Entonces Francia se decidió a reconquistar su antigua colonia. Y lucharon ocho largos, duros y difíciles años tratando de reconquistar Vietnam. ¿Y saben quién ayudó a Francia? Los Estados Unidos de América. Y llegó un punto en el que estábamos pagando el ochenta por ciento de los costos de la guerra. E incluso cuando Francia comenzó a perder su confianza en esta temeraria acción, nosotros no lo hicimos. Y en 1954 se llevó a cabo una conferencia en Ginebra, y se llegó a un acuerdo, porque los franceses habían sido derrotados en dien Bien Phu. Pero incluso después de eso, de los acuerdos de Ginebra, nosotros no nos detuvimos. Y debemos enfrentar el triste hecho de que nuestro gobierno buscó, realmente, sabotear el acuerdo de Ginebra. Después de que los franceses fueron derrotados, pareció que el acuerdo de Ginebra permitiría la independencia y la reforma agraria. Pero llegaron los Estados Unidos, y comenzaron a apoyar a un hombre llamado Diem, que resultó ser uno de los dictadores mas despiadados de la historia del mundo. Decidió silenciar a toda la oposición. Quienes alzaban sus voces contra las brutales políticas de Diem eran brutalmente asesinados. Y los campesinos miraban horrorizados cómo Diem aniquilaba toda oposición. Los campesinos veían también que todo esto era supervisado por la influencia de los Estados Unidos y por las cada vez más numerosas tropas estadounidenses que habían llegado para ayudar a eliminar la insurgencia que los métodos de Diem habían generado. Deben haberse sentido felices cuando Diem fue derrocado, pero la larga linea de dictadores militares no parecía ofrecer ningún cambio real, especialmente en términos de sus necesidades de tierras y paz. ¿Y a quien estamos apoyando hoy en Vietnam? A un hombre llamado general Ky [Vice Mariscal aéreo Nguyen Cao Ky], que lucho con los franceses contra su propio pueblo, y que en una ocasión dijo que su mayor héroe era Hitler. Este es el tipo a quien hoy estamos apoyando en Vietnam. En general nuestro gobierno y la prensa no nos hablan de estas cosas, pero Dios me dijo que se los contara esta mañana. La verdad debe ser dicha.
El único cambio que vieron de parte de los Americanos fue el aumento del compromiso de nuestras tropas con gobiernos singularmente corruptos, ineptos, y sin apoyo popular, y mientras tanto la gente leía nuestros panfletos con las habituales promesas de paz, democracia y reforma agraria. Ahora sufren bajo nuestras bombas y nos consideran a nosotros como sus verdaderos enemigos, y no a sus compatriotas. Caminan tristes y apáticos cuando son sacados de la tierra de sus padres y conducidos a campos de concentración, donde las necesidades sociales mínimas están casi siempre insatisfechas. Pero saben que deben irse o serán destruidos por nuestras bombas. Y entonces se van, sobre todo las mujeres, los ancianos y los niños. Y ven como envenenamos su agua mientras destruimos millones de hectáreas de sus cosechas. Deben llorar cuando las topadoras rugen en sus campos, preparándose a destruir sus valiosos arboles. Vagan entonces hasta las ciudades, donde ven miles y miles de niños sin hogar, sin ropas, corriendo por las calles en grupos, como animales. Ven cómo los niños son maltratados por nuestros soldados, cuando ruegan por un poco de comida. Ven a los niños venderles sus hermanas a nuestros soldados, y prostituyéndose por sus madres. Hemos destruido sus dos instituciones mas preciadas: la familia y la aldea. Hemos destruido su tierra y sus cosechas. Hemos cooperado en la eliminación de la única fuerza política revolucionaria no comunista, la Iglesia Budista Unida. Este es el papel que nuestra nación ha asumido, el papel de quienes impiden las revoluciones pacíficas al negarse a renunciar a los privilegios y placeres que resultan de las inmensas ganancias de las inversiones en el extranjero. Estoy convencido de que si queremos estar del lado correcto de la revolución mundial debemos, como nación, experimentar una revolución radical en nuestros valores. Tenemos que comenzar a transformarnos, de una sociedad orientada a las cosas a una sociedad orientada hacia las personas. Mientras consideremos a las maquinas y las computadoras, a las ganancias y los derechos de propiedad, mas importantes que la gente, sera imposible la conquista del triplete gigante de racismo, militarismo y explotación económica
Una verdadera revolución de valores haría que pronto empezáramos a cuestionarnos la justicia y equidad de muchas de nuestras políticas actuales. Por un lado, estamos llamados a hacer de Buenos Samaritanos en los bordes del camino de la vida, pero eso sera solo el principio. Un día llegaremos a ver que todo el camino de Jericó debe cambiarse, para que hombres y mujeres no sean constantemente golpeados y asaltados a lo largo de su viaje por las carreteras de la vida. La verdadera compasión es más que tirarle una moneda un mendigo. Una verdadera revolución de valores pronto verá con incomodidad y justa indignación el evidente contraste entre riqueza y pobreza. Mirará más allá del mar y verá a los capitalistas occidentales invirtiendo enormes sumas de dinero en Asia, África y América del Sur, sólo para extraer ganancias, sin preocuparse por mejorar las condiciones sociales de los países, y dirá: "Esto no es justo". Verá nuestra alianza con los terratenientes de América Latina, y dirá: "Esto no es justo". Verá que la arrogancia occidental de sentir que puede enseñarle todo a los demás y no aprender nada de ellos no es justa. Verá el orden mundial y dirá de la guerra: "Esta forma de resolver las diferencias no es justa". Este asunto de quemar seres humanos con napalm, de llenar de viudas y huérfanos los hogares de nuestra nación, de inyectar el veneno del odio en las venas de la gente, de devolver a casa, desde los sangrientos campos de batalla, hombres mutilados y alterados sicológicamente, no puede reconciliarse con la sabiduría, la justicia y el amor. Una nación que año a año continua gastando más dinero en el presupuesto militar que en programas sociales, se acerca a la muerte espiritual.
Ay amigos, si hay algo que debemos ver hoy, es que estos son tiempos revolucionarios. En todo el planeta hay pueblos que se levantan contra los viejos sistemas de explotación y opresión, y de las heridas del debilitado mundo nacen nuevos sistemas de justicia e igualdad. Los descamisados y los descalzos se están levantando como nunca antes. Quienes estaban en la oscuridad han visto una gran luz. E inconscientemente dicen, como dice una de nuestras canciones de libertad: "¡No dejare que nadie me engañe!" Es triste ver que, debido al confort, a la complacencia, al morboso miedo al comunismo, y a nuestra tendencia a adaptarnos a la injusticia, las naciones occidentales, que en gran medida generaron el espíritu revolucionario del mundo moderno, ahora se hayan se hayan transformado en archi-antirevolucionarias. Esto ha llevado a muchos a creer que sólo el Marxismo tiene un espíritu revolucionario. Por eso, el comunismo representa nuestra falla en crear una verdadera democracia, y en continuar las revoluciones que iniciamos. Ahora, nuestra única esperanza radica en nuestra habilidad de recapturar el espíritu revolucionario, y salir al mundo, a veces hostil, declarando nuestra eterna hostilidad a la pobreza, al racismo, y al militarismo. Con este compromiso desafiaremos valientemente al status quo, desafiaremos las injustas costumbres, y gracias a esto adelantaremos el día en que "todo valle sea alzado, y todo monte y collado se baje; y lo torcido se enderece; y lo áspero se allane. Y la gloria del Señor se manifestará; y toda carne juntamente la verá"
Al final, una genuina revolución de valores significa que nuestras lealtades deben volverse ecuménicas, mas que parciales. Cada nación debe desarrollar una lealtad superadora hacia la humanidad como un todo, para poder preservar lo mejor de cada sociedad. Esta demanda de fraternidad universal, que eleve nuestros interese mas allá de la propia tribu, raza, clase o nación, es en realidad una demanda a todos los hombres de un amor incondicional, que lo abarque todo. Este concepto, que frecuentemente es malentendido y malinterpretado, y que tan rápidamente rechazan los Nietzches del mundo por considerarlo una fuerza cobarde y débil, se ha transformado ahora en una necesidad absoluta para la supervivencia de la raza humana. Y cuando hablo de amor no estoy hablando de algo débil y sentimental, sino que estoy hablando de esa fuerza que todas las religiones del mundo han considerado el principio de vida supremo y unificador. El amor es la llave que abre la puerta a la realidad última y definitiva. Esta creencia en una realidad última, común a hindúes, musulmanes, cristianos, judíos y budistas, está bellamente resumida en la primera epístola de Juan: "amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se ha perfeccionado en nosotros."
Para terminar, dejenme decirles que me opongo a la guerra de Vietnam porque amo a América. Alzo mi voz contra esta guerra, no enojado, sino con ansiedad y pena en mi corazón y, sobre todo, con un deseo apasionado de ver a nuestra nación erigirse en modelo de moral en el mundo. Alzo mi voz contra esta guerra porque estoy decepcionado de América. Pero no puede haber una gran decepción donde no hay también un gran amor. Estoy decepcionado por nuestro fracaso en abordar en forma directa y positiva el triple mal del racismo, la explotación económica y el militarismo. Estamos actualmente en un callejón sin salida que puede llevarnos al desastre nacional. América se ha extraviado en el terreno del racismo y del militarismo. El hogar que demasiados Americanos debieron abandonar estaba sólidamente estructurado, en términos de ideales; sus pilares estaban sólidamente afirmados en los conceptos de nuestra herencia judeo-cristiana. Todos los hombres han sido hechos a imagen y semejanza de Dios. Todos los hombres son hermanos. Todos los hombres son iguales. Todos los hombres son herederos de un legado de dignidad y valor. Todos los hombres tienen derechos que no son otorgados por un estado, ni se derivan de el, sino que son conferidos por Dios. De una misma sangre, Dios hizo a todos los hombres para que vivan juntos en la Tierra. ¡Qué cimientos maravillosos para una casa! ¡Qué lugar mas glorioso y saludable para vivir! Pero América se ha extraviado, y su paseo no le ha causado más que confusión y desconcierto. Ha dejado los corazones doloridos por la culpa y las mentes distorsionadas por la irrealidad.
Es tiempo de que todos aquellos que tienen conciencia le pidan a America que vuelva a casa. Vuelve a casa América. Omar Khayyam tiene razón: "El dedo escribe, y habiendo escrito, sigue su movimiento" Convoco hoy a Washington. Convoco a todos los hombres y mujeres de buena voluntad en América. Convoco a los jóvenes americanos, que deben decidirse hoy a tomar posición sobre este asunto. Mañana puede ser demasiado tarde. El libro puede cerrarse. Y no dejen que nadie los convenza de que Dios eligió a América como una fuerza divina y mesiánica para que sea una especie de policía del mundo entero. Dios tiene su forma de enfrentar a las naciones y juzgarlas, y me parece oír a Dios diciéndole a América: "¡Eres demasiado arrogante! Y si no cambias tu forma de ser, yo me alzaré y quebraré la columna vertebral de tu poder, y la pondré en las manos de una nación que ni siquiera sabe mi nombre. Estate quieta y conoce que yo soy Dios."
Pero no es fácil tomar posición por la verdad y por la justicia. A veces implica frustrarse. A veces decir la verdad y tomar posición implica caminar por las calles con un peso en el corazón A veces implica perder el trabajo y ser objeto de la burla y el escarnio. Y puede implicar que un niño de siete u ocho anos le pregunte a su papa "¿Por qué tienes que ir a la cárcel tanto tiempo?" Y hace mucho ya que he aprendido que ser un seguidor de Jesucristo implica cargar la cruz. Y mi Biblia me dice que el Viernes Santo viene antes de la Pascua. Antes de llevar la corona, debemos cargar la cruz. Carguémosla, por la justicia, carguémosla por la verdad, carguémosla por la justicia, y por la paz. Salgamos esta mañana con esa determinación. Yo no he perdido mi fe. Y no desespero, porque sé que existe un orden moral. No he perdido la fe, porque el arco del universo moral es largo, pero se curva hacia la justicia. Todavía podemos cantar "Venceremos!" porque Carlyle tenia razón "ninguna mentira dura por siempre". Venceremos porque William Cullen Bryant tenia razón: "La verdad, derribada por tierra, se levantará otra vez." Venceremos, porque James Russell Lowell tenia razón: "La verdad está siempre en el cadalso, y la mentira siempre en el trono". Sin embargo, en ese cadalso se balancea el futuro. Venceremos porque la biblia tiene razón "Cosecharas tu siembra". Con esta fe seremos capaces de sacar una piedra de esperanza de la montaña de la desesperanza. Con esta fe podremos transformar las ruidosas disonancias de nuestro mundo en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos adelantar el día en el que la justicia fluirá como agua, y la probidad como un potente torrente. Con esta fe podremos adelantar el día en que el león y el cordero yacerán juntos, y cada hombre se sentará bajo su propia vid y bajo su propia higuera, y nadie tendrá miedo porque las palabras de Dios lo han predicho. Con esta fe podremos adelantar el día en que en todo el mundo podamos tomarnos de la mano y cantar las palabras del negro spiritual "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! !Gracias Dios todopoderoso, al fin somos libres!" Con esta fe cantaremos, de la misma manera en que nos preparamos para cantar ahora. Los hombres transformarán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces. Y no se alzarán nación contra nación, ni estudiarán mas la guerra. Y yo no se ustedes, pero yo nunca mas estudiaré la guerra.
Notas
[1] Se refiere a las protestas contra la segregación en las cafeterías, en las cuales los negros sólo podían comer en la barra.
[2] Los Viajes de la Libertad consistían en ómnibus con negros y blancos que recorrían los estados del Sur, en protesta por las políticas de segregación en el transporte público.
[3] En 1965 se realizó una serie de marchas desde la ciudad de Selma hasta la de Montgomery, ambas en Alabama, para pedir por los derechos de los votantes negros. La policía y los gobernadores trataron de suspenderlas y hubo una violenta represión. Jim Clark era el sheriff de Selma, y Bull Connor un político y policía de la misma ciudad 
Link a un video del sermón: http://www.youtube.com/watch?v=b80Bsw0UG-U

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