martes, 25 de enero de 2011

Prensa Túnez


Décimo día del pueblo tunecino
Las vastas afueras toman la ciudad

Rebelión
Fotos de Ainara Makalilo


Una revolución, ¿se puede convertir sencillamente en una costumbre? ¿Es compatible esa costumbre con las tareas normales de gobierno, la reproducción de la vida cotidiana, el desfallecimiento natural de las fuerzas? El gobierno espera lo que los manifestantes temen: el cansancio. Pero en este domingo de transición hacia “el primer día de normalidad”, en el que habrá que poner a prueba la capacidad del pueblo para quebrarla de nuevo, la avenida Bourguiba sigue efervescente bajo una luz tan pura, tan radical, que los edificios y los árboles parecen desnudos y hasta sin piel. Lo que sorprende estos días en Túnez es que las cosas se repitan; la costumbre de seguir movilizados, gritando, coreando consignas, protestando. Ahí están los corros asamblearios, los cafés convertidos en comisiones parlamentarias, los grupos de manifestantes que, como en un carillón, dan vueltas una y otra vez al bulevar. Ahí siguen los policías, vestidos o no con sus chalecos blancos, acompañados de sus mujeres, enarbolando sus pancartas y proclamando a gritos su inocencia de los crímenes del benalismo; y ahí están las familias ociosas que, en lugar de ir al Lac o al Belvedere, van con sus hijos a fotografiarse delante de los tanques. “Manifestarse se ha convertido en un loisir ”, dice uno de los nuevos periódicos viejos de Túnez. A falta de turistas, los tunecinos hacen turismo a los símbolos de su revolución aún incierta.
Pero en algún sentido la realidad ha llegado a la capital y la convoca a su alrededor. Los cientos de trabajadores, desempleados, campesinos, que salieron ayer de distintos pueblos y ciudades del centro-oeste (el Kef, Jendouba, Sidi Bou Sid, Regueb, Siliana) han llegado muy temprano a Túnez y, tras reunirse en la avenida Bourguiba, se han desplazado a la Qasba para seguir protestando delante de la sede del primer ministro. Hoy otra vez todo ha cambiado allí. La multitud es un caleidoscopio cuya composición social se modifica de hora en hora, de día en día. Predominan ahora los rostros tostados por el sol, las mujeres fuertes, los anchos burnus de lana ruda. Algunos jóvenes vencidos por las fatigas de la noche duermen amontonados contra el muro del ministerio de Finanzas, buscando el solecito dominical, con barras de pan y botellas de agua entre las piernas. Las consignas son las mismas, también los gritos, los cánticos, las banderas: “I´tizam i'tizam hata iusqut el-nitham” (“movilización movilización hasta derribar el régimen”). Y los discursos son tan variados que es difícil encontrar ahí un aglutinante común, fuera de este impulso democrático inmediato y radical. 
Un joven trepa a una farola y despliega la efigie del Che Guevara estampada en un bandera roja.
Un campesino bigotudo grita “viva el ejército” al paso de dos soldados.
Mahmud Behlali tiene 50 años y ha llegado desde Sidi Buruis, en Siliana, junto a otros trescientos compañeros. Su carnet de identidad, que me enseña, dice que es “'amel yaumi”, es decir “jornalero”. Se dedica a la construcción y, cuando hay trabajo, gana 12 dinares al día (6 euros). Tiene tres hijos y después de pagar el alquiler, el agua y la luz -me dice- no le queda nada. “El gobierno es un puñado de canallas”, insiste una y otra vez mientras me hace leer en voz alta, para comprobar que realmente la entiendo, la consigna escrita en árabe que enarbola en un cartón: “Derroquemos el gobierno que quiere abortar nuestra revolución”. Le pregunto si pertenece a algún partido o algún sindicato y responde que sólo confía en el ejército. Me pide el cuaderno donde he escrito su nombre para estampar debajo su firma, con el doble orgullo del que sabe escribir y está dispuesto a comprometer su palabra.
Shidli Adaili, 45 años, padre de cinco hijos, ha venido desde Jendouba y ha hecho parte del recorrido (setenta kilómetros) a pie. Está en paro, lo mismo que el hijo de 25 años que lo acompaña. Doscientos más han llegado con él y exigen la inmediata disolución de un gobierno que les ha privado de sus recursos y que ha disparado contra sus hermanos. Tampoco pertenece a ningún partido, pero cuenta que los sindicalistas les han apoyado desde el principio.
Está también Mehdi, típico exponente de la pequeña burguesía radical de la capital. Delgado y severo, envuelto en un abrigo negro, su voz no puede ocultar un cierto resentimiento. Ha hecho dos carreras y un doctorado, habla cuatro lenguas y malvive gracias al exiguo salario de su mujer, también licenciada, que es maestra de escuela.
- No te equivoques -me dice señalando la imagen del Che. - Yo era de izquierdas pero ya no lo soy. Esta es una revolución musulmana y no comunista. Lo que necesitamos es un Che Guevara musulmán.
Está Firas, un joven estudiante de primer curso de empresariales, más acomodado, usuario de facebook, al que tenemos que reprimir para que abandone el inglés y vuelva al árabe o al francés. Está escandalizado con la posición de la UE y con la corrupción del régimen de Ben Alí.
- ¿Sabes por qué no hay McDonald's ni Starbuck's en Túnez? -me pregunta. -Porque la familia Trabelsi quería la mitad de los beneficios. 
Está también Saddam, bello como un gran ángel de barro, sonriente, feliz, dientes y ojos rutilantes, envuelto en una bandera con el retrato del Che Guevara. Es la segunda que vemos. Saddam tiene 26 años y está, como casi todos, en paro. Ha venido de Regueb y cuando le pregunto por la gestión de la vida cotidiana en su ciudad me responde que todos los días hay una concentración y que se ha formado un Consejo de Defensa de la Revolución en colaboración con el sindicato y otras fuerzas políticas hasta ahora prohibidas y reprimidas. Levanta la nariz y abre bajo ella los dedos cerrados en un gesto casi de bailarín: “Respiramos la libertad”. Un compañero suyo interviene excitado para decirme que Consejos como el de Regueb se están creando en todos los pueblos y ciudades próximas.
Y está Sameh, una mujer robusta y sencilla de aspecto inteligente y bonachón. Interviene vivazmente en todas las conversaciones, citando una y otra vez el precio del avión personal de Ben Alí: ¡cuatro mil millones de dinares! Trabajaba de secretaria en una empresa del Lac, pero como no la consideraban moderna ni elegante la despidieron hace seis meses. Desde entonces hace pequeños trabajos de informática en casa. Entre ella y su marido, jefe de una imprenta, ganan 900 dinares al mes (450 euros), la mitad de los cuales se va en el pago del alquiler. No soporta la idea de que los cambios sean sólo formales o beneficien de nuevo únicamente a unos pocos.
Se me acerca luego un hombretón de aspecto triste. Lleva un niño sobre los hombros y otros dos de la mano. Su abatimiento contrasta con la alegría de uno de sus hijos, de unos 5 años, que corea las consignas contra el gobierno y baila al ritmo de las voces. El hombre se llama Atf y me pide que cuente esta historia: el día 14 de enero, fecha de la huida de Ben Alí, él y 23 personas más fueron detenidas, conducidas a la comisaría de la Qasba y fichadas por pertenecer a un partido ilegal (lo que niega con firmeza) antes de ser encerradas en los sótanos, donde durante cinco días fueron golpeadas (con piedras, asegura) y privadas de agua y alimentos. Según su testimonio, fueron liberadas finalmente gracias a la intervención del ejército, ante el cual han presentado una denuncia. ¿Qué piensa entonces de las manifestaciones de policías? ¿Cree que son sinceros? Niega tajantemente, con miedo y rabia, y añade que sólo se fía del ejército.
A continuación se me acerca Azzedin Fatnazi, padre de tres hijos sin trabajo desde hace 8 años. Es un hombre delgado y también melancólico que sostiene un papelito en la mano. No entiendo enseguida de qué se trata. Luego, mientras él cuenta acalorado su historia, me percato de que es una petición de “subsidio social” firmada en el año 2003. Nunca se lo concedieron porque se negó a pagar un soborno al funcionario. Me insiste para que cuente que en Túnez, bajo el régimen que Ghanoushi quiere maquillar y mantener, nadie consigue trabajo si no es a cambio de dinero. “Está prohibido ser honrado”, proclama. 
Este es el Túnez real, sofocado, oculto bajo el teatro de flores del turismo y la avalancha de mercancías del Carrefour y el Geant. ¿Una revolución de jazmines? Nada más banal y romántico que este cliché forjado por los medios occidentales -y la embajada de los EEUU- para despuntar la aspereza de una revuelta de humillados y ofendidos que ha sobrevivido, se ha organizado, ha ido tomando forma a espaldas de los tres barrios de la capital que los extranjeros y los ricos llamaban Túnez. Es la revolución del 14 de enero. La revolución del pueblo roto. La revolución de un país completamente desconocido.
Uno tiene la impresión de que va a ser muy difícil contenerla y muy difícil dirigirla, hasta tal punto es pacífica e irregular. Nació en las vastas afueras sin aurora y se contagió de barrió en barrio, de villa en villa, hasta alcanzar la capital. Pero ahora quiere también tomarla, la capital. Mientras escribo estas líneas nuevos manifestantes llegan a la Qasba desde Kasserine y cientos de personas, alimentadas y abrigadas por la solidaridad de los vecinos, de los sindicatos, de los parientes, se preparan para violar el toque de queda y pasar la noche ante la puerta del Primer Ministerio. Túnez ya no existe; empieza Túnez.
Mañana las escuelas deben recomenzar su actividad; mañana comienza también una huelga indefinida convocada por el sindicato de enseñanza. ¿Podrá soportar el gobierno esta obstinada costumbre de luchar? 
rCR

Undécimo día del pueblo tunecino
No es por el paro, es por la dignidad

Rebelión
Fotos de Ainara Makalilo


El país desconocido, el que ha hecho la revolución, el que ha entregado 120 vidas en las protestas, no está en la avenida Bourguiba, donde los intelectuales festejan una revolución de la que se benefician y de la que se retiran, sino en la Qasba, enfrente de la sede del primer ministro. Ayer durmieron cientos de personas aquí, y ahora, a las 12 de la mañana, son miles los que siguen gritando: “nidal nidal hata iusqut el nitham”, “al yaum al-yaum tusqut el-hukuma” (“lucha lucha hasta acabar con el régimen”, “hoy hoy derrocamos al gobierno”). Han venido de todos las vastas afueras de Túnez, algunos han caminado durante tres días y muchos más se han quedado en el camino, en las carreteras bloqueadas por la policía. Es gente de carne y hueso, terrestre, erosionada por el viento, coloreada por el sol. Llevan más de un mes peleando y no ceden; y nada indica que vayan a ceder. Hoy sí, hoy las cosas se aclaran. Son francos, disciplinados, alegres. Son bárbaros puros, con sus lazos de 'asabiya -que diría Ibn Khaldun- y están aquí para impedir que la capital les robe o les malverse la revolución. Van a civilizar a los civilizados; van a refinar a los refinados.
Está hermosa la Qasba con sus pintadas en árabe subiendo por las paredes blancas; con las mantas y colchones amontonadas contra el muro, al lado de jóvenes tiznados -pero también madres- que descansan de la fatiga; con la pancarta enorme que declara la decisión de vencer o morir; con las banderas flameantes; con las fotos de los mártires nombrados ministros de la nación; con sus mil consignas garrapateadas en rojo sobre folios pegados en la pared; con los corros de pueblerinos ilustrados danzando sin parar -las kufiyas blanquinegras en la cabeza- para expresar con piernas y brazos su humeante dolor; y con toda esa excitación imperativa de jóvenes silenciados durante años que quieren contar su historia, trenzada ya en la historia del país. Es necesaria una revolución para apropiarse mentalmente de nombres hasta ahora desprovistos de materia y electrizar la geografía; ahí están Regueb, Kasserine, Sidi Bou Sid, Tela, Jendouba, Kef, Tozeur. “Nosotros somos los revolucionarios y no hemos acabado”. Es casi increíble pensar que estos hombres y mujeres despreciados, con un volcán de rabia en su interior, llevan en la calle días y días en un país sin control, con la policía desarmada, y no han causado un desorden, quemado un automóvil, linchado a un opresor. “¿Dónde están los terroristas?”, proclama un joven de Regueb, “trabajamos y al mismo tiempo hacemos la revolución”.
Hay algo siempre naif en la palabra “democracia” cuando la pronuncia un burgués que no se pregunta de dónde proviene su riqueza ni en qué fango se apoya su libertad. Pero hay algo enorme, grandioso, muy serio, emocionante y casi estremecedor en esa palabra gritada rabiosamente por jóvenes que sobreviven a ras de tierra. No hay nada de extraño en que sean pobres y no sean comunistas; lo extraño es que sean pobres y no pidan pan ni un rey bueno ni la intervención de Dios. Eso es lo que desearían nuestros medios occidentales y nuestros gobiernos colonizadores; eso es lo que esperarían los sociólogos y los misántropos. Pero hete aquí que estos bárbaros iluminados, algunos de los cuales no tienen ni siquiera carnet de identidad, se presentan en la capital, a pie o en sus camionetas abiertas, y exigen “democracia”. En un proceso que recuerda mucho a los primeros años de la revolución bolivariana, tienen la boca llena de “formas” que exigen un contenido, que no son compatibles con cualquier modo de gestión de la economía, que chocan con la hipocresía de nuestras instituciones europeas: democracia, constitución, gobierno del pueblo, dignidad.
Dignidad, dignidad, dignidad (karama, karama, karama), que es como decir trabajo, hospitales, cultura, decisión, palabra pública, respeto a sus propias creaciones. No han arriesgado la vida para que los pudientes de la capital tengan youtube y puedan hacer arte de vanguardia. “No nos robarán nuestra revolución”, dice una pintada en la plaza Ibn Khaldun; y saben muy bien que es su oportunidad. Han tardado 23 años -54- en movilizarse y conocen los riesgos de aceptar una tregua antes de alcanzar sus objetivos. “Es como andar en bicicleta”, recordaba esta tarde Mohamed al Che Guevara, “si dejas de pedalear, te caes”.
Hoy podría contar la historia de Mohamed Ayouni, en huelga de hambre desde el día 14; o la de Imed, que como tantos otros emigrantes ha regresado de Francia para sumarse a la revolución; o la de Aisar, sin trabajo desde 2005 por imperativo policial; o la de Kamel, 18 años ya sin papeles en su propio país; o la de Riad, al que el gobernorado de Gafsa declaró inválido para impedirle conseguir un empleo; o la de Hossni, cuyo hermano murió quemado en la cárcel de Monastir. Pero no. Me voy a limitar a traducir algunas de las consignas escritas en los papelitos de la pared, bajo el Ministerio de Finanzas; a reproducir el discurso de Sami, parado de 26 años, líder natural, inteligencia prodigiosa; y a incluir algunas fotografías de Ainara Makalilo, que estos días tiene el corazón en los ojos.
He aquí las consignas:
Somos mayores de edad: podemos elegir nuestro gobierno.
Los mártires de Qasserine han liberado Túnez.
Pueblo, libertad, dignidad nacional.
Gracias, Bouazizi, nos has recordado que tenemos dignidad.
La revolución empezó en Redeyev en 2008 (las revueltas en la cuenca minera).
Revolución de la dignidad; revolución de los jóvenes.
Asamblea constituyente.
Cayó el dictador, permanece la dictadura.
He aquí el discurso de Sami:
“Hacemos la revolución contra todos los símbolos políticos del régimen dictatorial. No nos digáis, no, que hay que evitar un vacío de poder, que estáis tratando de conducirnos poco a poco a la democracia sin traumas ni violencias. Soy de Sidi Bousid y en todos los pueblos del gobernorado la gente está siempre en la calle, en permanente manifestación, y no ha ha habido ningún problema. Hemos venido de todos los rincones de Túnez, miles de nosotros, y no ha habido ningún desorden. Los desórdenes los provocaba la policía. Somos civilizados. Somos los civilizados. No aceptaremos ningún compromiso. Es una cuestión de legitimidad y confianza. Ghanoushi y los suyos, incluidos los miembros del Tajdid y el PDP, no tienen legitimidad para gobernarnos. Y nosotros no tenemos confianza en ellos”.
“Esta es la revolución de la honestidad y la dignidad. Es nuestra revolución. Queremos una democracia real, no la falsa e hipócrita  democracia de los europeos que quieren darnos lecciones y apoyan a los dictadores. No admitiremos que nadie se aproveche de nuestra revolución ni que nos la roben en provecho de otros. ¿Si nos representa algún partido? Ese es precisamente el problema: los que hemos hecho la revolución en Sidi Bousid no estamos representados en el gobierno. Somos hombres y mujeres maduros, conscientes, nos representamos a nosotros mismos”.
“Claro que habrá que elaborar proyectos de contenido social, pero lo que ahora queremos, para poder precisamente elaborarlos y aplicarlos, es un gobierno de unidad nacional, independiente, soberano, y una asamblea constituyente que permita a todos las voces expresarse, elaborar programas, discutir soluciones. Nosotros no somos como los occidentales nos imaginan. No os equivoquéis: no nos hemos levantado a causa del paro; nos hemos levantado en defensa de nuestra dignidad. Estamos bien educados, pero somos pobres. Queremos una democracia de verdad. Y eso es precisamente lo que la UE, los Estados Unidos e Israel quieren impedir no sólo en Túnez sino en todo el mundo árabe, donde sigue gobernando Ben Ali”.
Y he aquí las fotografías:
   No nos robaréis la revolución
   Las familias de la caravana de la liberación
   Los revolucionarios se toman un respiro
   Hoy hoy hoy derrocamos al gobierno
   Las consignas en la pared del Ministerio de Finanzas
   Preparados para violar el toque de queda
Los guevarianos de Regueb
 Argelia, otro polvorín a punto de estallar…x Carlos Munis    Revueltas en el Magreb :: En enero, los jóvenes salieron a la calle y se empezaron a enfrentar con la policía
Mientras las protestas sacudían Túnez, las principales ciudades de la vecina Argelia también se incendiaron en enero. Las razones por las cuales se rebeló durante una semana la juventud argelina son las mismas que llevaron, en el país limítrofe, a la caída de Ben Ali: la injusticia, la ausencia de futuro para una juventud condenada a la desocupación y a la miseria.
La gota que hizo colmar el vaso fue el incremento por parte del gobierno de los productos de primera necesidad. El costo de la harina y del aceite se ha doblado en los últimos meses, hasta alcanzar precios récord, mientras que el kilo de azúcar, que hace pocos meses apenas costaba 70 dinares, unos 0,7 euros, ha llegado hasta los 150 dinares, unos 1,5 euros. El salario mínimo de 150.000 dinares (150 euros), cuando un miembro de la familia al menos tiene la suerte de cobrarlo, solo cubre un cuarto de las necesidades básicas de un hogar.
Cuando además empezaron a circular informaciones acerca de la posible destrucción de chabolas en el popular barrio de Bab El Oued, en la periferia de la capital, los jóvenes salieron a la calle y se empezaron a enfrentar con la policía.
El incremento de los precios de primera necesidad parecía tanto más escandaloso cuanto que el gobierno del FLN de Bouteflika, que domina la escena política del país desde la independencia con métodos autoritarios, se envalentonó en los últimos meses por las importantes reservas de divisas del país gracias a los altos precios del crudo y del gas. Poco impacto tienen los datos económicos enarbolados por el gobierno en el 60% de desocupación que asola a la juventud argelina que, las más de las veces, sueña con seguir las huellas de los “haragas”, los candidatos a la inmigración hacia Europa que, muchas veces, mueren en pateras en medio del mediterráneo entre las costas magrebíes y las de la fortaleza europea.
La revuelta de la juventud duró más de una semana, con estallidos en distintas ciudades del interior (Orán, Setif, Batna, Annaba, Constantina, Skidda), dejando un saldo de 3 muertos, centenares de heridos y más de mil detenidos. La presión de la calle volvió a bajar, pero la cólera sigue siendo palpable según los principales periódicos independientes argelinos.
En los últimos días, fueron varios los casos de intentos de suicidio como el de Mohamed Bouazizi, tanto en Argelia como en Egipto. Hoy por hoy la difusión del peligro tunecino para la burguesía argelina se materializa a través de actos desesperados. No está dicho sin embargo que Argelia no pueda conocer un proceso semejante al tunecino a corto o mediano plazo.
El gobierno se encuentra profundamente divido y atravesado por rivalidades, al estar enfermo el presidente Bouteflika. Ya no puede agitar el “peligro islamista” como en los años pasados para disciplinar a los trabajadores y el pueblo.
Sus mejores aliados son por un lado las fuerzas de represión, cuyos sueldos fueron incrementados en un 50% hace tres meses, y por otro la dirección de la central sindical única vinculada al régimen, la UGTA. No está dicho sin embargo que la bronca obrera y juvenil no termine creando las condiciones de un proceso tunecino en Argelia. Es lo que más teme París y la UE, siendo Argelia un peso pesado en la región, tanto a nivel político como económico.
Panorama Internacional

La policía egipcia y cientos de manifestantes se enfrentan en El Cairo en el 'día de la ira'

Miles de egipcios se manifiestan en las principales ciudades contra el Gobierno y la pobreza.- Convocatorias por Internet para salir a manifestarse y comenzar una 'revolución' estilo Túnez

NURIA TESÓN | El Cairo-El Pais,Madrid 25/01/2011

Egipto protesta
Un manifestante muestra una pancarta en la que se lee 'Mubarak, fuera' durante las protestas hoy en El Cairo- AP
El día de la ira egipcia, el 25 de enero que durante estas semanas se ha marcado en el calendario de los activistas como el del comienzo de su revolución, se ha transformado en un día de violencia. El centro de El Cairo es donde han convergido hoy miles de manifestantes y lo han convertido en una batalla campal.
Policías antidisturbios, armados con palos y piedras, se han lanzado contra los manifestantes que gritaban consignas contra el régimen de Hosni Mubarak e instaban a las fuerzas del orden -que en muchos casos apenas tenían 20 años-a unirse a ellos en la protesta, la más grande que se ha vivido en Egipto en los últimos años. La céntrica plaza de Tahrir (plaza de la Liberación), donde se encuentra la sede de la Liga Árabe, el Museo de Antigüedades, así como otros edificios oficiales y muy cerca del Parlamento, ha sido escenario de los choques violentos donde no han faltado los cañones de agua y los gases lacrimógenos para dispersar a la multitud.
"Hemos tenido suficiente Mubarak en estos 30 años", gritaba una joven. "Abajo Hosni, abajo Gamal", coreaban refiriéndose al octogenario líder -en el poder desde hace 30 años- y a su hijo, que previsiblemente podría heredar el poder de su padre. Shahira, una septuagenaria con el cabello plateado recogido en una coleta y un chal con bordados beduinos al cuello argumentaba mientras trataba de esquivar una lluvia de piedras: "Esta vez es diferente, somos miles, de todos los estamentos sociales. No es sólo la élite como ha ocurrido en otras ocasiones. Ha llegado la hora. Les ha llegado la hora".
Egipto vive hoy la violencia que ha sacudido Túnez desde comienzos de este mes y que terminó con la salida del poder del presidente Ben Ali y una dura transición hacia la democracia. Las inmolaciones se han propagado así como las manifestaciones por todo El Cairo y las principales ciudades del país. "El pueblo egipcio está asfixiado", afirman los manifestantes.
Día de la Ira
Un goteo constante de refuerzos ha llenado las filas de las fuerzas de seguridad egipcia que en el transcurso del día han realizado numerosas detenciones. La ciudad ha amanecido tomada por la policía, ante la convocatoria por Internet para manifestarse en la calle. Las fuerzas del orden no han dudado en amedrentar e incluso agredir a los periodistas que cubren la protesta así como en confiscar las identificaciones que acreditan y autorizan a los informadores a llevar a cabo su labor.
Hacia las cinco y media de la tarde, en El Cairo se han recrudecido las protestas y los enfrentamientos entre los miles de manifestantes que trataban de llegar al Parlamento y los antidisturbios, fuertemente apertrechados y que no han dudado en devolver las piedras que les ha lanzado la población enfurecida.
A pesar del intento de los activistas que se han organizado a través de páginas web y de redes sociales como Facebook o Twitter, de mantener en secreto hasta última hora los lugares donde se producirán las protestas (los primeros puntos se conocieron en torno a las cinco de la madrugada de hoy, una hora menos en España), no ha sido posible evitar que las fuerzas de seguridad cierren estaciones de metro y coloquen vallas cada uno de los accesos a dichos lugares.
Ley de emergencia
Los manifestantes en potencia se animaban unos a otros a través de Twitter, instándose a no abandonar la protesta. Algo que no piensa permitir el Gobierno del rais que desde hace 30 años mantiene a Egipto bajo una ley de emergencia que permite detenciones arbitrarias y que ha sido usada para reprimir cualquier voz discordante con el régimen. En el país norafricano están prohibidas las manifestaciones sin autorización previa, y grupos de la oposición han denunciado que se les ha negado la posibilidad de hacerlo ya que cualquier manifestante puede ser detenido.
El ministro del Interior, Habib el Adli, emitió ayer la orden de "arrestar a cualquier persona que exprese puntos de vista ilegales", una muestra de cómo en la dictadura egipcia no solo es ilegal hablar o manifestarse sino también tener puntos de vista que difieran de los oficiales. El Adli advirtió que no permitirá, asimismo, ninguna manifestación convocada ilegalmente.
La fecha de la protesta tampoco ha sido elegida al azar. El día de la ira egipcia coincide con la fiesta nacional en honor de la Policía, una fuerza clave para mantener al presidente, en su trono del palacio de Heliópolis. "El aparato de seguridad se ocupará con firmeza y decisión de cualquier intento de violar la ley", recalcaba ayer el director del Gobierno para la seguridad en El Cairo.
Los primeros movimientos se reportaron desde Malhalla, una ciudad símbolo del activismo político y social egipcio y vanguardia de los movimientos obreros de 2006 y 2007. En 2008 la ciudad, centro de la principal industria textil del país, vivió una explosión de protestas obreras en abril lanzaron un llamamiento a la huelga en todo el país y se manifestaron siendo duramente reprimidos por la policía. En el norte de Egipto murieron dos personas, una de ellas un niño.
Prosigue presión popular en Túnez, mientras Gobierno se reorganiza

  por Ulises Canales   
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25 de enero de 2011, Túnez, 25 ene (PL) Miles de tunecinos continuaron protestando hoy para exigir la salida del Ejecutivo de todos los ministros vinculados al anterior régimen, en medio de expectativas por una reestructuración del gabinete, aparentemente ajena a la presión popular.

  Las concentraciones se intensificaron este martes en torno al palacio de Gobierno, en la zona antigua de la Kasbah de Túnez capital, en desafío a un voluminoso dispositivo de seguridad de agentes antimotines y militares del Ejército nacional.

Por segundo día consecutivo, los ciudadanos ignoraron las restricciones del toque de queda y pernoctaron lo más cerca prosible de la sede del Ejecutivo, con pancartas y consignas que demandaban la renuncia del primer ministro interino, Mohamed Al-Ghannouchi.

Las presiones se mantienen, a pesar de que efectivos de seguridad reprimieron ayer con gases lacrimógenos y bastonazos una concentración en las instalaciones del palacio de Gobierno, consiguiendo desalojar a los manifestantes, pero sin aplacar el descontento popular.

Con piedras y palos, los inconformes se enfrentaron a los uniformados y en su retirada destruyeron ventanas del Ministerio de Finanzas y rompieron algunos vehículos policiales en los alrededores, además de dejar escritos en las paredes mensajes revolucionarios.

Además de Al-Ghannouchi, quien fue primer ministro bajo el mandato de Zine El-Abidine Ben Ali, la ciudadanía exige la dimisión de los titulares de Defensa, Interior y Relaciones Exteriores por sus nexos con el depuesto presidente.

En ese sentido, los manifestantes repudiaron la evidente intención del primer ministro y otros miembros de la vieja guardia de aferrarse al poder para desvirtuar la bautizada aquí como "Revolución Jazmín", y abogaron por un "Gobierno de salvación nacional" depurado.

La televisión estatal y el canal privado afin a Ben Ali Hannibal TV, cuyo propietario fue excarcelado ayer tras ser arrestado varias horas bajo cargos de traición, informaron de la creación de un "comité de sabios" para reemplazar al actual Ejecutivo provisional.

El objetivo es "proteger la revolución", según explicaron líderes de partidos políticos involucrados en las negociaciones, aunque otras fuentes dijeron que esa nueva instancia podría incluir otra vez a algunas figuras del derrocaro régimen.

Según el portavoz del Gobierno de transición y también ministro de Educación, posiblemente este mismo martes tenga lugar el reajuste gubernamental, aunque advirtió que éste no necesariamente implicará la salida de los caciques de Ben Ali, como reclama la ciudadanía.

Por su parte, el jefe del Ejército, Rachid Ammar, quien prometió igualmente "defender la revolución", pareció favorable a la reorganización del Ejecutivo, pero advirtió que se generará un "vacío de poder", si no se halla un cauce apropiado a la crisis política.

Fuente: Prensa Latina

Desafían toque de queda por segundo día consecutivo en Túnez

Es la segunda noche que la multitud desoye el toque de queda en la capital. EFE
TÚNEZ (25/ENE/2011).- Miles de manifestantes desafiaron el toque de queda en Túnez y mantienen su protesta ante el Palacio de Gobierno de la capital exigiendo la salida de todos los ministros del anterior régimen del Ejecutivo de transición.

Se trata de la segunda en noche que la multitud desoye la medida en la capital. Más de tres mil personas continuaban tras la veda manifestándose ante la sede del Gobierno.

La plaza del Palacio de Gobierno se convirtió en un campamento de protesta improvisado, donde los habitantes reparten comida y bebida a los manifestantes que entonan repetidamente el himno nacional y corean consignas contra el primer ministro y el Gobierno. Mientras que el portavoz del Gobierno anunció que es inminente una remodelación ministerial en Túnez.

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